domingo, 14 de junio de 2015

La película que ves cada vez que pestañeas

Y tú,
¿A quién miras cuando cierras los ojos?
¿A quién respiras al oler perfume?
¿A quién escuchas cuando oyes el mar?

Y yo,
que me columpio en los rayos del sol
que le sonrío al viento cuando me despeina
que enseño a los lobos a aullar a la luna


me quedo en silencio,
porque el silencio expresa
¿Quién es la luciérnaga de tu bosque encantado?
lo que mis palabras no pueden cuando tiemblan;

miro al cielo buscando algún pájaro
¿Quién es la caracola con la que oyes las olas?
que me regale una pluma de libertad;

suspiro tras cada sonrisa
¿Quién es el verdadero atardecer de tus cielos?
que sepa que nunca voy a olvidar.

Y no. No se trata 
de amor ni de enamorarse,
ni de querer ni de encontrarse,
ni de un tú o un yo
que nada significan
en una historia que se escribe cada día.

¿Quién es tu nube de verano?
Porque la mía es rubia,
morena,
castaña,
muy bajita
y enorme,
de ojos claros
y marrón chocolate,
de carne y hueso
o ébano y marfil.

La mía es cada persona que  me hace pensar que la vida merece la pena. Cada cosa que me hace sentir que siento. Cada escalofrío que me recuerda la calidez de la piel. Cada verso de unos labios. Cada sentimiento, gesto, recuerdo, momento, tormento, huracán, historia, maleta, puerta, receta, amuleto... que me ha hecho escribir estas palabras.

La película que veo cada vez que pestañeo es aquella
cuya banda sonora compongo
siempre que sueño
dormida o despierta,
lo bonita que es la vida.
Y lo bonito que es sentir
y sentirse tan grande.

lunes, 13 de enero de 2014

Un correr con los pies descalzos, las manos vacías y lleno el corazón.

Un cúmulo de insatisfacciones bombardeado por los lunares de su piel.
Un lago de soledad del que ha sido robado hasta el reflejo de las nubes.
Un acto de valentía recompensado con una tumba.
Un ahora divorciado del después.
Un querer sin haberlo querido. Junto a uno habiéndolo hecho. Ambos mentira.
Un suspiro rompiendo copas de cristal a su paso por mis sábanas.
Un correr con los pies descalzos, las manos vacías y lleno el corazón.
Un "Espérame que llego tarde".
El truco está en no pestañear, en sólo cerrar los ojos para dormir. Pero de poco sirve si no duermes ni acompañado por tu sombra, que al no haber luz decide irse. Irse para volver... A irse, digo.
No te fíes, que son unos desconfiados. No te cuides, que nadie lo va a hacer.
Pero no te vayas, porque nadie te va a hacer volver.
Pero aún así... Me gusta.

domingo, 5 de enero de 2014

Pequeñas dosis de surrealismo.

Las veo, siento, vivo, por cada uno de sus pestañeos.
Las busco, ansío, encuentro, por cada uno de sus pasos.
Las escucho, exploro, disfruto, por cada uno de sus latidos.
Las noto, padezco, recuerdo, por cada respiración.

Y todo esto sin una sola palabra.
Y todo esto resumido siempre en un suspiro.

Parecido a una amistad entre el fuego y el hielo.
Semejante a la fuerza de la Luna sobre el mar.
Equivalente a la distancia entre Venus y Neptuno.
Similar a la complementariedad de dos piezas de puzzle.
Igual al paso de una estrella fugaz sin previo aviso.

Pequeñas dosis de surrealismo en lo más real que conozco, acompañadas del más perfecto sonido existente en un piano afinado en fa sostenido.

miércoles, 26 de junio de 2013

Un punto comienzo.

"Hoy es el día. Definitivamente, hoy me atrevo." se decía el joven una y otra vez. Ese asunto le había llevado meses y estaba deseando ponerle un punto final, o como él prefería llamarlo, un "Punto comienzo". Era el día más esperado, marcado con vivos colores en el calendario que colgaba de la pared.
Ya pasada la hora en la que los rayos del sol se colaban por los recovecos de la cortina, el muchacho aguardaba impaciente en su cama, esperando como cada mañana el sonido del despertador en la habitación de al lado. Ese sonido conllevaba una nueva jornada, un nuevo atardecer y anochecer, pero sobretodo, un "Buenos días, pequeño".
Casi sin darse cuenta de que el despertador había comenzado a sonar él seguía inmerso en sus pensamientos. Fue su voz, esa dulce y cálida voz que le daba las fuerzas necesarias para todas las horas restantes del día, la que le hizo reaccionar. Saltó de la cama y le devolvió el saludo con una sonrisa que ocupaba su cara completa.
Llegados a ese punto, su plan debía comenzar antes de que Ella se fuera de casa o tendría que esperar hasta su regreso por la noche. Empezó gritando su nombre, aunque ya era común no obtener respuesta. Prosiguió entonces con el siguiente plan. Cogiendo una hoja, tachó en ella una frase: "Plan A: llamar a Elena.". Tenía que proseguir con el B. 
Con mucho cuidado levantó su almohada y cogió lo que se escondía debajo, ese precioso ramo de flores que había dejado su jardín sin colores. Saliendo por la puerta ya ensayaba las palabras para entregárselo. De repente, se paró en seco. "Oh no, otra vez no." Corrió a refugiarse. Ese temblor, ese horrible temblor le hizo caer al suelo, cayendo con él todas las coloridas flores quedando esparcidas por el suelo. "Aún se puede arreglar, las recogeré". Su esperanza desapareció con el primer copo de nieve que cayó en la punta de su nariz. Poco a poco todo se tiñó de blanco, quedando los pétalos inmersos bajo la gruesa capa de nieve que cubría su jardín. "Claro, se me olvidaba que aquí el tiempo puede cambiar de un momento a otro. Maldita sea, qué mala suerte tengo." murmuraba mientras le daba una patada a la nieve a la vez que regresaba a casa. Nada más entrar cogió la hoja y tachó una frase nuevamente, guardándola esta vez en su bolsillo.
"Bueno, allá vamos con el C" pensaba mientras subía las escaleras que le dirigían al tejado. Una vez había llegado arriba, asegurándose de que ya no había nubes por encima de su cabeza, accionó un interruptor. Todo el tejado se iluminó dejando un hueco en el centro, en el cual se encontraba nuestro protagonista. Se podía distinguir la palabra "felicidades" escrita en luces navideñas.
Esto llamó su atención, sí, la atención del gato que a toda prisa se acercaba. "Maldita bola peluda, siempre entrometiéndose. Cómo te odio. ¡Vete de aquí, fuera!" gritaba a la vez que el miedo invadía su cuerpo. Este plan no podía fallar. Por suerte, Elena se dio cuenta y agarró a esa masa de pelos. Intentó resistirse y eso es lo que provocó el verdadero accidente. Al estirarse el animal, evitando así que lo atraparan, sus garras salieron en dirección al tejado.
Gritos. Golpes. Dolor. Caos. Caos es la palabra. Lo único que podía sentir era un cierto calor reconfortante. Claro, se encontraba en las manos de Elena, que con cara de de tristeza le acariciaba la cara. De reojo pudo observar que el suelo estaba cubierto de líquido, mezclado con algo similar a la nieve y trozos de cristal desperdigados. No entendía nada. No había notado que Elena había comenzado a caminar hacia otra habitación distinta. Una puerta se abrió a sus espaldas, un terrible olor llegó a su nariz y todo se volvió negro. 
Elena regresó a su habitación ya que la llamaban por teléfono. Mientras, con mucho esfuerzo él intentaba sacar el papel de su bolsillo. A lo lejos podía oír la conversación. ¡Ya está! Había conseguido desenvolver el papel y tachar el fallido plan C. Comenzó a leer qué es lo que debía que hacer a continuación, aún le quedaba una alternativa. No pudo evitar prestar atención a la voz de Elena...

"...Sí mamá, el gato ha roto el recuerdo que trajimos de Francia, he tenido que tirarlo. ¿Crees que podrías traerme otro?"

Plan D: Decirla lo muchísimo que la quieres.

martes, 8 de enero de 2013

La niña esa que llora cuando (se) siente (mal).

La que observa las gotas los días de lluvia tras una ventana y deja pasar tras una puerta los días de sol. La que se consuela con un par de carcajadas cuando juega con sus muñecas. La que se entretiene escribiendo escenas que nunca pasarán, continuaciones de las que ojalá nunca hubieran ocurrido. La que sale con sus botas de lluvia cuando no necesita paraguas y guarda el corazón bajo el felpudo. La que se pregunta por qué de bienvenida cuando lo que está haciendo es irse. La que lee las últimas palabras de los libros antes de comenzarlos. La que borra corazones de la pared y los dibuja en su piel. La que sueña con un viaje a la Luna con los pies en la Tierra. La que consigue únicamente conciliar el sueño escuchando cuentos. 
Esa noche, esa fatídica noche nadie se acordó de contarla un cuento. Ella no se acordó de que tenía que dormir. Él no se acordó de que tenía que despertarla. 
Y el príncipe nunca salió del cuento.
Y ella nunca salió de su olvido.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Tuvo todo y más bien nada.

Aprovechaba las noches, sobretodo en las que la luz de la Luna estaba oculta tras las nubes, era el momento perfecto para deslizarse pasando desapercibido por las oscuras calles de la ciudad en la que vivía.
Era una población bastante peculiar. Dicen que las farolas lucían gracias a los sueños de la gente. Cuando un niño dormía y soñaba, podía abastecer de energía una casa entera. En cambio cada mañana cuando los habitantes se despertaban, la ciudad volvía a ser normal, sin nada especial. Sin embargo ocurría un extraño suceso y noche tras noche desde hacía unos meses, se apagaba una casa.
Todas las pistas nos dirigían a un antiguo taller de un carpintero. Era un hombre solitario, nunca se le vio acompañado de nada más que su propia sombra, al igual que nunca apareció una sonrisa en su arrugada cara. Sus paseos solían comenzar a altas horas de la madrugada, y acababan una vez cumplida su misión: recolectar tiempo. 
Tristemente, los sueños no era lo único que caracterizaba a esa extraña ciudad. Allí el tiempo era intercambiable. Los minutos podían ser comprados y vendidos... Y robados. Solo había que tener un poquito de habilidad mezclado con la maldad que regalaba la soledad, como la que a este hombre caracterizaba.
Cada vez que los ojos de los niños se cerraban para comenzar a soñar, los del anciano se abrían más que nunca y comenzaba el terror que atemorizaba a toda la ciudad. 
Su táctica era bastante compleja ya que para transmitir tiempo de unas personas a otras ambas tenían que estar de acuerdo pero, cuando las mentes sueñan, todo puede ser posible. Cuando había visualizado la casa de su víctima, se deslizaba al interior de su casa, y sigilosamente, colocaba los dedos sobre la frente de su objetivo. A cualquier persona le recorrería un escalofrío viendo un cuerpo rejuvenecer en la palma de tu mano, en la que poco a poco desaparecen las arrugas.
Esa rutina es la que había decidido seguir, desde que un día pensó que el tiempo que la vida le regalaba no era suficiente. Nunca se conformaba, todo le parecía color azabache, necesitaba vivir más y pasaba las horas planeando cómo llenar su bolsillo de minutos. 
Tanto tiempo invirtió pensando en sí mismo, que cuando quiso darse cuenta era demasiado tarde.¿Demasiado tarde para qué? Si tenía todo el tiempo del mundo... Demasiado tarde para encontrar a alguien con quien vivir ese tiempo. Esos minutos que un día robó fueron su sentencia, su sin vivir, la cadena perpetua que tuvo que cumplir.

martes, 7 de agosto de 2012

Mariposa's burger king

6th August. Those eyes. Deep green. White cap, red t-shirt, brown trousers, funny smile... Those eyes. It wasn't only the color... It was the shape, the way they looked, the shine they had... I don't know why I fell directly to the ground.
Something's telling me I will see those eyes again, don't know when, where or how because I don't even know the name of the boy who has the chance of having those eyes, but that thing keeps telling me to try it. Nothing is impossible, isn't it?